500 millones de personas alrededor del mundo podrían caer en pobreza debido a la crisis global en curso (Oxfam Internacional, 2020). Si no actuamos hoy, podríamos perder dos décadas de desarrollo y combate contra la pobreza.
Para actuar eficazmente debemos comprender que ninguna crisis es natural. Todo lo contrario, las crisis solo existen cuando nuestras sociedades no están preparadas ante una emergencia y, en México, décadas de abandono del sistema de salud, los altos niveles de pobreza y la persistencia de la desigualdad han convertido a la emergencia del COVID-19 en tres crisis simultáneas: una sanitaria, otra económica y otra social.
Nuestro sistema de salud no cuenta con el equipamiento, el personal y la infraestructura necesarias para atender todos los contagios que podría generar la pandemia. Si los hospitales se ven rebasados, muchas personas no recibirán tratamiento y podrían fallecer. Esta es la crisis sanitaria y su origen es el abandono del sistema público de salud.
El mayor riesgo económico es que las personas pierdan sus fuentes de ingreso de forma permanente y entren en espirales de pobreza debido al impago de deudas, gastos catastróficos o problemas de salud. Económicamente, lo más importante es que las personas mantengan su empleo con un salario digno para sobrellevar las cuarentenas. Tenemos una crisis económica debido a décadas de precarización del trabajo y la falta de empleos con seguridad social. No serían necesarias medidas extraordinarias si nuestro país contara con un sistema de seguridad social universal.
Todas las personas podemos enfermarnos, pero los efectos negativos de la emergencia impactan más a los grupos y personas sistemáticamente excluidas. Personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo, pueblos indígenas, afrodescendientes, la comunidad LGBTQIA+, personas con discapacidad, personas con empleos precarios, mujeres que viven violencia de género… todos estos grupos están enfrentando situaciones extraordinarias que requieren atención particular. La crisis más invisible es la crisis social y su origen es el racismo, clasismo, homofobia, machismo, xenofobia y, en general, la ausencia de una sociedad y un Estado verdaderamente igualitarios, en leyes y hechos.
Es importante comprender que aún si la pandemia pasa, las crisis podrían continuar. La pérdida de medios de vida, el aumento de la pobreza extrema y la ausencia de empleos bien remunerados tendrán efectos permanentes en el bienestar de millones de personas y familias. Las medidas de sana distancia y distanciamiento social son difíciles de mantener para casi la mitad de las personas mexicanas quienes tienen que vivir al día, en la precariedad laboral o que se autoemplean el sector informal de la economía, y cuyos ingresos en condiciones normales no son suficientes ni siquiera para cubrir sus necesidades básicas. Esta crisis desnuda y potencia las desigualdades estructurales que los gobiernos de México no han podido resolver: la mitad del país no tiene seguridad social, cuatro de cada diez personas viven con ingresos laborales insuficientes para satisfacer necesidades alimentarias básicas (CONEVAL, 2020), tenemos el sistema tributario que menos recauda en la OCDE (Dalsgaard, 2000), y nuestro sistema de salud se encuentra segmentado y sin recursos.
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Vivir al día: medidas para combatir la epidemia de desigualdad en México