19 de octubre de 2017.- Los sismos de septiembre cimbraron las redes sociales con información de todo tipo -no en todos los casos confiable- que nos llevó a especular: que cómo pudo repetirse un sismo de gran magnitud el mismo día pero 32 años después, que si era posible predecirlo, que si viene un megasismo. La intención de este espacio es derribar los mitos y preguntarnos ¿hemos aprendido algo? y ¿qué podemos mejorar?
Hablamos con el Dr. Raúl Valenzuela, experto en sismología e investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien resolvió nuestras dudas con información basada en evidencia científica.
Lo que aprendimos
Los sismos se originan en los límites de las placas tectónicas y en México hay sismos frecuentes porque el país está asentado sobre varias placas distintas. La mayor parte del territorio está situado sobre la placa de América del Norte, la península de Baja California está sobre la placa del Pacífico y el extremo sur del estado de Chiapas está en la placa del Caribe. Además, frente a las costas del Pacífico hay una zona de subducción, es decir, por debajo del mar hay dos placas, la placa de Cocos y la placa de Rivera, que se desplazan por debajo de la placa de América del Norte. El sismo del 19 de septiembre se originó dentro de la placa de Cocos.
Que los sismos del 19 de septiembre de 1985 y de 2017 sucedieran el mismo día fue una coincidencia desafortunada, pero fueron sismos independientes. No hay trampa ni complot. Los epicentros estuvieron ubicados en diferentes partes del territorio nacional y las magnitudes fueron distintas, al igual que las consecuencias.
Tomando en cuenta la ubicación de las placas tectónicas y las zonas de subducción, los sismólogos pueden tener una idea razonable en relación a dónde pueden originarse grandes sismos. Sin embargo, aún con la tecnología actual y el avance de la sismología, hoy no es posible hacer predicciones exactas sobre el lugar específico, la magnitud, el día ni la hora en que ocurrirá un sismo.
Lo que podemos mejorar
Mientras la alerta sísmica puede avisarnos en la Ciudad de México alrededor de 50 segundos antes de que empecemos a sentir el movimiento, en estados como Veracruz, Chiapas, Tabasco y Morelos, este sistema no existe y en Oaxaca, Guerrero, Puebla y Michoacán, la cobertura sólo beneficia a quienes viven en las capitales [1]
Las personas en mayor desventaja, las comunidades indígenas, las poblaciones más pobres y quienes viven en asentamientos irregulares lejos de las capitales quedan relegados, en una clara manifestación de la desigualdad imperante en nuestro país.
Es verdad que los sistemas de alerta temprana salvan vidas, pero no son infalibles y las personas más vulnerables ni siquiera tienen acceso a ellos, por eso los planes de prevención y reducción de riesgos son tan importantes.
Tras los sismos de septiembre, tendríamos que preguntarnos si conocemos lo protocolos de Protección Civil en caso de sismo y si todas las personas en nuestra familia, escuela o trabajo saben cómo actuar. Además, una de las lecciones aprendidas, debe ser la revisión y mejora de las construcciones donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, para garantizar la seguridad estructural.
También hay mucho que mejorar en la respuesta desde las instancias gubernamentales. Cierto es que el 2017 fue diferente a 1985, pero en ambos casos la constante fue que la ciudadanía respondió primero. A debatir está si esta vez las y los mexicanos respondimos mejor, pero en todo caso, los planes nacionales de protección civil deberían considerar la participación ciudadana como un activo, no como un estorbo.
Además en el 2017 la ciudadanía cuenta con muchas otras formas de ejercer su derecho a la información y a la rendición de cuentas. Las redes sociales nos salvaron de la incomunicación pero no de las grandes fallas de coordinación. Aún con la “digitalización de la ayuda”, los que quedaron fuera, las personas que ya vivían excluidas del privilegio de la tecnología digital, en pobreza, en condiciones de desigualdad y de discriminación; han sido consistentemente relegadas. Otra vez, las poblaciones indígenas, rurales y alejadas. Eso no cambió de 1985 a 2017.
Por eso, nuestra lección mayor debe ser que las personas que hemos dejado atrás, son quienes deben recibir la ayuda en primerísimo lugar.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México
*Con información del Servicio Sismológico Nacional
[1] Gobiernos de estados con riesgo de sismo no invierten en señal de alerta para su población