Un año más, un escándalo más.
Primero fue #LuxLeaks y luego los #PapelesPanama. Hoy, periodistas de todo el mundo hacen eco de un nuevo escándalo fiscal: los Paradise Papers, una serie de documentos filtrados de otra empresa offshore que evidencian cómo las multinacionales y grandes fortunas continúan ocultando su dinero para eludir el pago de los impuestos que les corresponden.
¿Y por qué Oxfam hace campaña en torno a todo esto? Porque el dinero oculto en paraísos fiscales debería utilizarse para financiar escuelas y hospitales, y también para luchar contra la pobreza y la desigualdad.
Impuestos, pobreza, desigualdad
Se trata de algo más que de una cuestión de equidad y justicia. Este tipo de evasión y elusión fiscal tienen consecuencias muy reales.
Sólo el continente africano pierde 14 mil millones de dólares en ingresos tributarios debido a los paraísos fiscales. Este dinero sería suficiente para financiar servicios sanitarios que podrían salvar la vida a 4 millones de niños y niñas y 200 mil madres, y para contratar a suficientes profesores y profesoras para escolarizar a todos los niños y niñas africanos.
Muchas de las empresas e individuos involucrados en estos escándalos se defienden diciendo que no hacen nada ilegal.
Y esa es una parte fundamental del problema.
El sistema fiscal internacional beneficia sobre todo a las multinacionales y los más ricos
En demasiados lugares, las normativas fiscales están plagadas intencionadamente de vacíos legales que benefician a los más poderosos, las grandes empresas y las grandes fortunas, quienes emplean millones de dólares en hacer lobby para seguir protegiendo sus intereses.
Y basta con mirar el caso de Estados Unidos. La reforma que acaban de presentar generaría nuevos incentivos para que las empresas oculten aún más dinero en paraísos fiscales, privando a las agencias gubernamentales de fondos desesperadamente necesarios para ayudar a las personas más pobres. Es como la historia de Robin Hood, sólo que al revés.
Y otra de las claves es la»carrera a la baja», es decir, cómo los paraísos fiscales generan una competencia desleal entre países que les lleva a ir bajando uno detrás de otro el tipo nominal en el impuesto de sociedades y a ofrecer incentivos fiscales ineficientes en una carrera desenfrenada por atraer inversiones extranjeras.
Hoy en día, en la gran mayoría de países el impuesto de sociedades es el más bajo de las últimas décadas. En 1990, la tasa media en los países del G20 era del 40%. Actualmente está por debajo del 30%.
Entonces, ¿qué hacemos?
Una cosa está clara: no ha habido voluntad política y las soluciones que se han intentado aplicar apenas han arañado la superficie del problema.
La OCDE y el G20 han promovido una serie de reformas enmarcadas dentro del plan conocido como «BEPS» que más de 100 países ya han suscrito. Sin embargo, este proceso apenas contribuye a evitar el uso de paraísos fiscales y, además, los países pobres seguirán sin poderle sacar provecho.
Asimismo, la lista negra de paraísos fiscales que estas dos organizaciones publicaron en junio pasado tan solo incluye un país, lo que evidencia su total desconexión con la magnitud del problema que escándalos como los #ParadisePapers ponen en evidencia.
Tres medidas clave para acabar con los paraísos fiscales
Estas son tres medidas clave que es necesario adoptar para acabar de raíz con el problema:
• Los Gobiernos deben elaborar una lista negra mundial de paraísos fiscales siguiendo criterios objetivos y exhaustivos, y sin ningún tipo de interferencia política. Los países incluidos en dicha lista deben afrontar duras sanciones.
• Acabar con la opacidad fiscal. Necesitamos transparencia. Los Gobiernos deben obligar a las grandes multinacionales a publicar información financiera sobre todos los países donde tienen actividad económica y los impuestos que pagan. También deben establecer un registro público y centralizado de los titulares reales y últimos de empresas, cuentas bancarias, trusts y fundaciones que muestre claramente quiénes son los propietarios reales. Esto facilitaría hacer un seguimiento del dinero.
• Finalmente, necesitamos una nueva generación de reformas fiscales que vaya más allá delproceso BEPS. Pero esta vez debe funcionar para todos los países, no sólo para los más ricos.
Estos cambios conllevan mucho tiempo, esfuerzo y, ante todo, voluntad política. De lo contrario, los más poderosos seguirán desviando miles de millones de dólares de nuestra economía a sus cuentas en paraísos fiscales.