Las denuncias públicas de múltiples casos de acoso, violencia contra las mujeres, feminicidios y la gran cantidad de “feminismos” que tecleamos en los buscadores, han hecho que la palabra feminismo cada vez se escuche más y más. De hecho, para el diccionario Merriam-Webster, la palabra del 2017 fue “feminismo”.
Pero esto no es sólo una tendencia, es el reflejo de que vivimos una época de cambio. Somos la generación que está dejando atrás el rol impuesto a las mujeres de sólo cuidar la casa, criar bebés y ser calladitas y bonitas. Somos las antagonistas del “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer”.
El feminismo no es sólo caminar en banda por nuestros derechos, significa modificar la estructura social que no nos beneficia, que permite la impunidad y que nos sigue matando.
En México, pocas personas públicas se han atrevido a hablar: Karla Souza, Paola Núñez o Stephanie Sigma lo hicieron y más allá de fomentar la reflexión y la denuncia, han sido cuestionadas y rudamente juzgadas.
¿Por qué agredir en lugar de actuar?, ¿por qué importa tanto la forma y no el fondo?, ¿por qué la conversación se enfrasca en nombres y tiempos, y no en los hechos?
La reflexión a la que siempre llego después de nuestras #órbitasfeministas es ¿qué nos detiene?, ¿por qué somos tan buenas para hablar por todas y cuando se trata de interiorizar el discurso, se vuelve tan difícil?
He empezado por preguntarme cuáles son los momentos en los que he vivido violencia, porque antes de marchar y pronunciarme por las demás, debo reconocer y modificar el contexto que vivo y dejar de normalizar las actitudes que no son normales.
Por eso:
- Me pronuncio por las veces que me negaron un trabajo por ser mujer y por haber “cometido el error” de mencionar que quiero casarme o tener hijos. Y por las veces que acepté a gritos y sombrerazos las “indicaciones” de mis ex jefes y no lo denuncié por miedo a que me corrieran.
- Me pronuncio por todas las veces que me han silbado en la calle y porque mejor lo ignoro antes de enfrentarlo; y por la vez que iba caminando hacia la estación del metro Chabacano a plena luz del día y a un tipo se le hizo buena idea meterme la mano en la entrepierna y luego salir corriendo.
- Me pronuncio por el momento en el que me avergoncé y responsabilicé por darle posada a un amigo y que él lo considerara una oportunidad para manosearme sin mi consentimiento, o también cuando justifiqué “por amor”, que mi novio definiera nuestro cariño por la cantidad y calidad de nuestros encuentros sexuales.
- Me pronuncio porque no me alejé del sujeto que me demostraba su amor a golpes y gritos porque éramos muy pasionales, al grado de que un día tuve que hablarle a la patrulla para que dejara de seguirme -obviamente lo dejaron ir-. Aún hoy me reprocho por no haberlo hecho público, pues ahora sé que podría hacerlo con su actual pareja.
Comparto el sentimiento de las mujeres que dan su testimonio aunque hayan pasado muchos años de los sucesos. Entiendo cuán difícil resulta nombrar y señalar a quienes se han sentido con la total libertad e impunidad para hacer lo que les venga en gana.
Escribirlo es sumamente difícil. Leer y escuchar la reacción de lxs demás es peor. Lxs invito a todxs a que antes de juzgar, hagan un ejercicio de conciencia y se pregunten: Acoso ¿yo?
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México