Luz Rodea
Coordinadora de comunicación de la estrategia de respuesta a la emergencia de Oxfam México
En algunas partes de México, septiembre no ha acabado. San Antonio Alpanocan es un ejemplo, la localidad se encuentra en el municipio de Tochimilco, justo en los límites de Puebla, Morelos y el Estado de México. Es una comunidad pequeña que vive de la agricultura: sus principales productos son los aguacates y duraznos, con los que una se tropieza al caminar por sus calles y que cuelgan de casi cada árbol del lugar. Su riqueza natural se debe a que el volcán Popocatépetl se encuentra a unos kilómetros, y sus manantiales permiten que el suelo sea fértil y productivo.
Después del 19 de septiembre, Alpanocan apareció en el mapa al ser una de las comunidades con mayores daños tras el sismo que sacudió al centro de México. El gobernador de Puebla tardó un mes y medio en visitar la comunidad, me cuenta Don Beto, uno de los vecinos de Alpanocan, y quien está a cargo de supervisar la instalación de sistemas de captación pluvial que Oxfam México, Isla Urbana y TECHO México implementan en el lugar.
“Pero los mexicanos y los ciudadanos no nos dejaron solos, vinieron personas de todas partes, de la capital (Puebla), del Estado de México, de la Ciudad de México, vinieron agencias, empresas y organizaciones, las autoridades no nos voltearon a ver, pero la sociedad sí y así es como vamos a salir adelante”, dice Don Beto.
La SEDATU reporta que de las 900 viviendas de la comunidad, 373 sufrieron algún tipo de daño, pero de acuerdo con los vecinos el impacto fue mayor: alrededor del 80 por ciento de Alpanocan quedó destruida. Don Beto y su familia, por ejemplo, tuvieron que dormir más de dos semanas bajo unas lonas improvisadas en lo que recibían algún tipo de apoyo, pues los cuatro cuartos que tenía su casa se vinieron completamente abajo. No quedó nada en pie, pero la vivienda fue evaluada por las autoridades como “pérdida parcial”. Cuando pidió que se hiciera el censo de nuevo o se reasignara el apoyo, las autoridades le sugirieron ir a Puebla a presentar la queja.
Beto gana entre 100 y 150 pesos al día trabajando como jornalero. Para ir a Puebla a realizar el trámite hubiese tenido que tomar un taxi que cobra alrededor de mil 500 pesos, el equivalente a diez días de su trabajo en campo. El viaje representaría mucho más que un día de trabajo perdido porque además de presentar la queja, hubiese sido necesario darle seguimiento al trámite. Para él y sus vecinos, buscar una solución con las autoridades implicaba un costo que no pueden cubrir.
Por eso en Alpanocan la recuperación por sus propias manos se ha hecho costumbre. Cada año, en temporada de lluvias, la comunidad se queda sin agua por semanas o hasta meses; las anchas mangueras que bajan desde los manantiales hasta las casas suelen ser arrastradas por el agua o por deslaves, así que arman grupos para realizar faenas de reparación. Hasta hace unos años, cada vez que las mangueras se dañaban, los grupos salían de inmediato a repararlas, pero un día, un deslave provocó un accidente y dos personas murieron. A partir de ese momento, la comunidad optó por captar agua de lluvia en ollas, cubetas y todo tipo de contenedores, utilizando una parte para lavar y bañarse, y el resto para consumo humano.
Después del sismo de septiembre, TECHO México apoyó a algunas familias como la de Beto con viviendas de emergencia que son utilizadas como refugios temporales para quienes se quedaron sin casa, y junto con Isla Urbana y Oxfam México, se están instalando sistemas de captación de agua pluvial para resolver el problema de la falta de agua.
La instalación de estos sistemas es dirigida por Don Beto, quien recibió capacitación y supervisa a un grupo de vecinos que trabajan colocando canaletas, tubos y tinacos. La idea es que cuando termine la reconstrucción y las personas vuelvan a tener sus viviendas permanentes, los sistemas de captación de lluvia se trasladen a las casas nuevas para garantizar que siempre haya agua segura para uso cotidiano y consumo humano, y para evitar que las personas se arriesguen yendo a las faldas de volcán para reparar las mangueras.
Cuando Don Beto nos llevó a su casa para presentarnos a su familia y mostrarnos su vivienda temporal, noté que su sistema de captación de agua pluvial aún no está instalado.
“Estoy esperando a que terminemos de instalar todos los demás sistemas en la comunidad y al final vamos a instalar el que toca aquí, quiero que sea un momento especial para reunirnos con la gente y agradecerles el trabajo que han hecho para levantar a Alpanocan”, me contó.
Caminar por Alpanocan es volver a septiembre de 2017, aún hay viviendas colapsadas que esperan ser reconstruidas y personas que reviven en sus relatos el momento del sismo con mucha angustia y preocupación por el futuro. Pero también es regresar al sentido de comunidad, al trabajo en equipo y a la sensación de que cada vecino, cada persona en la calle, es un aliado.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México