Hace unos años nos indignaba la crisis de niñez migrante no acompañada en la frontera con Estados Unidos. Solo unos meses atrás, nos enfurecían las historias del gobierno estadounidense separando a niños y niñas de sus padres migrantes, y dejando a miles de menores de edad en jaulas, sin ningún tipo de respeto a sus derechos humanos. De vez en cuando escuchamos noticias sobre el número de migrantes de Haití o Venezuela, que ha aumentado como nunca antes se había visto en México. Todo esto enmarcado en una crisis de personas refugiadas en Europa desde hace más de cinco años y una larguísima historia de migración mexicana y centroamericana a Estados Unidos, a tal grado que casi todas las personas en México conocemos a alguien que haya cruzado a Estados Unidos por necesidad.
Y aun así nos sorprende. Lo vimos venir y no solo no hicimos nada para prevenirlo, sino que, sin darnos cuenta, adoptamos el mismo discurso de odio, racismo, discriminación y miedo que rechazamos cuando sentimos que otros lo dirigen hacia nosotros.
Es doloroso ver las reacciones de mucha gente ante la entrada de la Caravana Migrante a nuestro país. Los argumentos que utilizan parecen defender el bienestar de México, pero detrás esconden miedo, odio y falta de empatía.
Sí, la caravana es muy grande y el número de personas que cruzarán la frontera en muy poco tiempo no tiene precedentes. Sí, muchas de las personas de la caravana probablemente no tengan una visa para entrar a México. Sí, será necesaria ayuda y vigilancia para evitar violaciones a los derechos humanos, proteger a las personas de la caravana y evitar una emergencia humanitaria en la región.
Pero hay muchas otras cosas que no van pasar con la entrada de la caravana a México:
- México no se va a volver más pobre con la entrada de la caravana
- Las y los mexicanos no vamos a perder nuestros trabajos porque ahora haya más migrantes
- El gobierno mexicano no va dejar de dar servicios a la población mexicana por atender a la caravana (en todo caso, la población de los estados fronterizos con Centroamérica está desatendida, haya o no migración)
- No vamos a estar en peligro, porque las personas migrantes no son criminales. Son familias, madres, padres, niñas, niños y adultos mayores.
No podemos negar que lidiar con esta crisis va a ser un proceso complicado. Pero este proceso no corresponde solo a los gobiernos de Honduras, Guatemala y El Salvador.
También incluye al gobierno mexicano, al estadounidense, a la comunidad internacional y a las personas que vivimos en toda la región. Darle la bienvenida a la caravana, arroparla y respetarla, no va a romper al país ni nos va a hacer más pobres. Combatir las causas estructurales que la provocan sí necesitará de una estrategia de largo plazo, compartida entre países, e implicará un cambio de mentalidad de cómo concebimos la migración y las leyes que existen para regularla.
Sobran historias y ejemplos para recordar que la migración no es ese fenómeno terrible al que tanto le tenemos miedo, sino un proceso social para superar barreras y problemas estructurales. Muchas personas en México tienen una abuela o bisabuela migrante, que llegó huyendo de situaciones tan terribles como las que ahora afectan a los países de Centroamérica y que trabajó para contribuir al país y tener una segunda oportunidad de vida.
Lo mismo pasó el siglo pasado en Estados Unidos, ese Estados Unidos que hoy es otro, pero que durante mucho tiempo recibió a las masas amontonadas, cansadas y pobres que solo querían respirar libres. Eso está pasando en Turquía, donde las comunidades están aprendiendo día a día a vivir con esos nuevos vecinos, que no buscan invadir, sino solo respirar lejos del peligro y escapar de la pobreza de oportunidades de la que venían huyendo.
No necesitamos saber las historias de cada una de las personas que integran la caravana. Tampoco necesitamos ser nietas o nietos de españoles o franceses para que nos toque el corazón lo que está pasando hoy. Lo que nos urge es empatía. Empatía para entender que nadie caminaría durante semanas o meses con sus hijos en brazos, enfrentando no solo peligro y violencia, sino odio, discriminación y xenofobia; si esta opción no fuera mejor que quedarse en casa. En una casa que ya no es tuya, una casa que te dice: deja todo lo que conoces y vete, porque solo así vas a sobrevivir.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México
Esta entrada fue publicada originalmente en Voces del HuffPost