*Este relato está basado en una entrevista con Cristina durante su estancia en el albergue instalado en el estadio Jesús Martínez “Palillo”, en la Ciudad de México. Su nombre real fue cambiado por protección.
Salimos de Honduras tres mujeres con siete niñas y niños. Mi hermana con sus dos hijos, una prima con su hijo y sus dos niñas y yo con mis hijos que son dos, un chico de 12 y una niña de 8.
Ya sabíamos que el viaje era peligroso, por eso nos vinimos en la Caravana para estar un poco más seguras, pero cuando pasamos por Guatemala nos fue mal.
Unos hombres llegaron diciendo que nos fuéramos con ellos, que nos iban a dar trabajo en Cancún. Yo creo que nos querían robar a los niños, o a lo mejor fue porque mi prima tiene bonito cuerpo y nos querían para trabajo sexual forzado. Ese fue mi miedo.
La misma gente con la que íbamos nos ayudó pero mi prima se espantó mucho y ya no quiso seguir. Se regresó con sus hijos. Ahora sólo quedamos dos mujeres con tres chicos y mi niña.
Yo, aunque quisiera, no puedo regresar a mi país porque tengo amenaza de muerte. Tanto yo como mi hermana estamos amenazadas.
Yo tengo mi casa y nunca pensé que tendría que dejarla. Ahora ya no puedo volver porque unas personas mataron a mi cuñado y nos amenazaron, que si nos quedábamos nos iban a matar también a nosotras y a nuestros niños.
Por eso seguimos avanzando, porque ya no tenemos de otra.
Ya no me acuerdo en cuántos albergues nos hemos quedado. Ha habido lugares en donde no hay baños, o sí hay pero no están separados para hombres y mujeres, entonces cuando una va, los encuentra muy sucios porque los hombres llenan todo el asiento de orina.
Cuando llegamos aquí teníamos que ir a orinar por allá en los árboles. Como no está protegido íbamos rápido, sobre todo en la noche, porque luego de lo que pasó con mi prima ya traemos miedo de que nos quieran llevar también a nosotras.
Pronto vamos a seguir avanzando hacia el norte. Con la ayuda de las personas es como vamos a llegar a Estados Unidos. Sinceramente, de Tapachula para acá, la gente nos ha tratado excelente, nos han abierto puertas y se han tocado el corazón para darnos comida, techo, medicamentos.
Yo les agradezco todo lo buena onda que han sido y confío en que no va a haber personas malas que me toquen a mí o a mis hijos. Somos personas de buen corazón que nada más vamos a buscar trabajo. Yo vengo por un futuro mejor para mi hijo y para mi niña, para hacerles una casita donde puedan vivir sin miedo.
Siempre les digo que den las gracias, que aunque el camino es muy duro, hay personas que nos están ayudando. Les enseño que cuando cumplamos nuestra meta, seguro habrá más gente que necesitará apoyo, y tenemos que echarles la mano.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México