También recuerdo que fue la primera vez que noté lo injusto que podían ser el clima y sus efectos; Acapulco se encontraba fuertemente afectado, la atención estaba centrada en los daños y los y cientos de turistas que intentaban salir de ahí, sin embargo, los municipios con mayores daños se encontraban en otras partes de la costa y en la región de la montaña de Guerrero – donde Oxfam México respondió a la emergencia.
Casos parecidos se repiten cada vez con mayor frecuencia alrededor del mundo; ocurren eventos climáticos que afectan distintos países, pero el impacto es mayor siempre en las comunidades y países con población más vulnerable. Pero ¿por qué esto significa que sea injusto?
El mejor y más lamentable ejemplo es el Huracán Dorian, que el 1º de septiembre de 2019 golpeó las Bahamas para seguir hacia Estados Unidos y Canadá. Al momento de llegar a Bahamas, Dorian era Categoría 5, la clasificación más alta en cuanto a nivel de intensidad con vientos de 297 km/h (los de mayor velocidad registrados en el Atlántico). Cuando acabó su curso, en Canadá, ya se había degradado a tormenta post-tropical.
Los vientos de Dorian en las Islas Ábacos (Bahamas) causaron 51 muertes, pero miles de personas siguen desaparecidas pues el impacto fue tal que aún dos semanas después de que tocara tierra, las autoridades no han podido acceder a ciertas zonas de la isla y faltan por remover más de 450 millones de kilos de escombros – 135 mil 992 veces la capacidad del Estadio Azteca- entre los que se espera recuperar cuerpos. Numerosos edificios de concreto quedaron completamente destruidos y, de sus habitantes, no se sabe nada. Por otro lado, en Estados Unidos provocó cuatro muertes y afectó cuatro estados, mientras que en Nueva Escocia (Canadá), la tormenta dejó sin luz a 500 000 personas por varias horas.
A pesar de que se podría pensar que es por falta de preparación, en las Bahamas tienen mucha experiencia respondiendo a fenómenos naturales; en las últimas décadas han recibido a los huracanes Andrew, Floyd, Ike, Matthew e Irma, entre otros. Pero con Dorian, prepararse no fue suficiente para enfrentar su intensidad.
La injusticia, entonces, está relacionada con la forma en que los tres países por los que Dorian pasó han contribuido al cambio climático; Estados Unidos es el segundo país con más emisiones de carbono del mundo, mientras que Canadá es el noveno, Bahamas, irónicamente, se encuentra en el lugar 132. Esas emisiones, entre otras cosas, provocan el llamado “efecto invernadero” en la atmósfera, causando un aumento en la temperatura de los mares. Esto, a su vez, genera huracanes más intensos, más rápidos y que cargan mayores cantidades de agua.
Otro ejemplo es el Ciclón Idai que en marzo de este año afectó a más de 2 millones de personas en Mozambique, Malaui, Madagascar y Zimbabue; Malaui se encuentra en el lugar 150 de los países emisores del CO2, mientras que el Reino Unido, antiguo colonizador de ese país, es el número 15.
Nuestro país no se salva de la culpa; México ocupa el nada presumible doceavo lugar – gracias a la industria petrolera, principalmente- y en territorio mexicano, los ciclones, tormentas y huracanes causan daños más severos en las regiones con mayores índices de pobreza y vulnerabilidad. Sin embargo, las comunidades que resultan más afectadas contribuyen en medida muy pequeña a que estos fenómenos sean cada vez más potentes, mientras que las grandes metrópolis y ciudades industriales son las que más emisiones de carbono arrojan. Sobra decir que las comunidades indígenas, especialmente las mujeres y las niñas, son quienes sufren mayores afectaciones.
Iniciemos la conversación sobre cambio climático y desigualdad.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México.
Crédito de las fotografías: Rodrigo Jardón, Coyuca de Benítez, Guerrero, Septiembre 2013