La crisis de la desigualdad es mundial. El 27% del crecimiento mundial ha quedado en manos del 1% más rico, mientras que la mitad de la población más pobre solo recibió el 12%. De 1988 a 2013 la riqueza del 10% más pobre solo aumentó 217 dólares PPA. El 10% más rico incrementó 4,887 dólares PPA.
Aunque de 1995-2016 la pobreza disminuyó, muchas personas que han salido de la pobreza corren el riesgo de volver a ella. Los salarios son en extremo precarios y no se premia el mérito sino el origen de las personas. Esto hace que la movilidad social intergeneracional se vea del todo mermada. Aunado a lo anterior, la desigualdad actual se debe más al clientelismo, los monopolios y las herencias que a las diferencias de esfuerzo entre las personas.
La baja movilidad social intergeneracional tiende a ser menor en sociedades con mayor desigualdad. Las mujeres son una de las poblaciones más afectadas por este fenómeno. Sus condiciones de trabajo suelen ser más precarias y es común que sus salarios sean menores que los de sus pares hombres.
Las condiciones del mercado de trabajo son vías importantes para la búsqueda de la equidad en la sociedad. Sin embargo, durante el periodo 1995 a 2014, en 91 de 133 paí- ses, el aumento de la productividad y el crecimiento económico no se vio acompañado de un aumento en los salarios. En varios países—entre ellos México—el salario mínimo dista de ser un “salario digno” y no cubre las necesidades más básicas de las personas.
Estos niveles salariales ínfimos—que tienden a afectar más a las mujeres—se exacer– ban por las altas tasas de informalidad. Asimismo, los países con cadenas globales de suministro han fomentado la subcontratación de personas trabajadoras mal remunera- das y en condiciones de precariedad laboral. Todo lo anterior ha distribuido el poder de forma tal que se enriquece más al dueño y se empobrece más al trabajador. Así también se perpetúa la desigualdad.
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