El vibrante sonido del caracol y el estruendo de los tambores le dan la bienvenida al sol que tímidamente se asoma entre los campos labrados de San Jacinto. Escucho el tono de alegría en las voces de las personas que caminan hacia el punto de reunión, para participar en la ceremonia de agradecimiento a la madre tierra porque las lluvias del año pasado fueron buenas para la siembra y se pueden compartir los frutos dados.
Al llegar al lugar veo maíz, calabazas, frijol, cilantro, cebolla, tortilla, miel, canela, chocolate y muchos otros alimentos cuidadosamente colocados dentro de un círculo de flores.
Al ver los rostros de las personas que habitan este territorio, percibo la profunda conexión que tienen con la naturaleza. Y es claro el porqué, estas comunidades zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca tienen una relación con estas tierras que se remonta miles de años antes de que existiera lo que hoy conocemos como México. Sus comunidades son espacios sagrados donde ellxs son parte del cielo, el viento, la tierra y el agua. Y a través de la celebración del ritual se reafirma esta conexión con la naturaleza, con lo sagrado.
El fresco olor de la albahaca se libera al sacudir el racimo alrededor de mi cuerpo para librar las malas vibras, mientras espero mi turno para pasar por el arco hecho de plantas de maíz. Al atravesar este umbral, el acogedor humo del copal me da la bienvenida a este espacio sagrado. Formamos un círculo y agradecemos al oeste, norte, este y sur por todo lo que nos brindan, pero sobre todo agradecemos por el agua que nos da sustento. Compartimos pan, tamales, chocolate, tortillas, miel y palabras de alegría.
Regresamos a la agencia municipal de San Jacinto con energía y ánimos renovados para dar inicio al festival “Conversando con el Agua”. En el encuentro, las comunidades abordan temas como el agua como un ser sagrado, las amenazas y riesgos contra ella, la contribución de los pueblos en el cuidado del agua y repensar la vida del agua. Al escuchar a los múltiples participantes del festival es evidente la sabiduría de estos pueblos indígenas en el tema. Para estas comunidades el agua es esencial para el funcionamiento de la vida, por ello es un ser sagrado que debemos cuidar.
Sin embargo existe una amenaza latente a estos espacios sagrados, que es el modelo de desarrollo nacional que no da cabida a la sabiduría y coexistencia de los pueblos indígenas con la naturaleza. Este modelo basado en la premisa de que el desarrollo es fomentado por el crecimiento económico de grandes capitales que generan empleos y bienestar en la población. Que relega el bienestar social a un tercer plano y profundiza la fractura que existe entre el ser humano y su entorno.
El pretexto del “interés público” para el beneficio de la mayoría de la población da paso a la extracción desmedida y la degradación ecológica de nuestro medio ambiente. Los espacios son invadidos, transformados y corrompidos por el interés monetario asignado a estos bienes que forman parte de nuestro entorno. Y esta construcción social de nación rapaz, está causando una ruptura entre nosotrxs y lo que nos rodea.
¿Qué acciones se deben adoptar para que los pueblos indígenas sean escuchados? Empecemos por proteger estos espacios que dan sustento y por recordar que el agua no nos pertenece, nosotrxs pertenecemos a ella.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México