Hace 50 años, durante una apacible noche de verano en un barrio de clase media alta de Nueva York, un grupo de hombres blancos muy guapos, con títulos universitarios, exitosos en sus trabajos, musculosos y no afeminados, fieles y responsables; le pidieron amablemente a la policía y a la sociedad en general que si por favor podían respetar sus derechos humanos.
Obviamente, ante tan encantadora petición, accedieron de inmediato.
También había lesbianas pero eran delicadamente obedientes, había poquitas drag queens pero estaban muy bien maquilladas y casi no había trans, pero lxs que ahí andaban ostentaban tremendos posgrados.
La encantadora petición se extendió por el mundo entero y antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos del otro lado. En el pedir está el dar, claramente.
Desde entonces, todas las personas con nuestras respectivas interseccionalidades vivimos en santa paz y este curioso incidente es conmemorado año tras año -desde 1970- con una apacible marcha en la cual nos vestimos con nuestros mejores trajes sastre, tomamos distancia por tiempos (1,2,3) y demostramos la seriedad y recato que delimitan nuestras vidas.
Somos una deliciosa mezcla homogénea, todas y todos tenemos seguro médico, a nadie le faltan dientes, nadie ha padecido ningún embate de discriminación estructural, del VIH no hay ningún tipo de récord, a todos nos amaron muchísimo nuestros padres, nuestras madres y nuestras familias en general. Siempre en aceptación, en confianza y en orden. Es bien sencillo vivir así, cuando nadie te amenaza ni te han levantado la mano en toda tu vida.
A medio siglo de Stonewall, la clase, el género y el color de piel no determinan absolutamente nada. Quienes han querido formar una pareja y adoptar, han podido hacerlo desde entonces. Apreciamos enormemente la posibilidad de apegarnos a la heteronorma: reproducir una y otra vez lo dictado por la sociedad patriarcal en la que vivimos. Así siempre recibimos el respeto de las personas que nos rodean.
¿Algo en esta historia te suena poco familiar? Es porque es enteramente falsa, contraria a lo que en realidad sucedió.
¿Quieres saber cómo fue en realidad? Te recomiendo ver Life and death of Marsha P. Johnson.
Es bien sencillo tuitear y aún más sencillo omitir cinco décadas de historia escudándote en la ignorancia y el privilegio. Pero, aunque decidas hacer caso omiso, existe, se ha documentado, pero también se ha intentado borrar a sus protagonistas: como ejemplo tenemos Stonewall de Roland Emmerich
Como todas las cosas, la historia de la lucha por los derechos de la gente LGBTTTIQ+ libra sus primeras batallas en lo narrativo. Los grupos opresores no ceden el poder tan fácil: hay que arrebatarlo.
La chispa nació en Stonewall, pero las conmemoraciones de este mes permiten atestiguar que sigue viva.
Debemos restaurar el compromiso de educarnos, de honrar la memoria de todas las personas activistas a quienes les debemos todos los derechos y libertades de los que hoy gozamos, pero sobre todo recordar que no fue su título universitario, su color de piel ni su grado de masculinidad lo que incendió la lucha: fueron sus interseccionalidades.
Todo mi amor y mi reconocimiento a las machorras, drag queens, a los hombres trans y a la juventud en situación de calle que han hecho esto posible.
La próxima vez que quieras negarle a la gente su derecho a marchar como les dé la gana, por favor, ten en cuenta lo anterior y cuestiónate ¿qué lucha protagonizo yo?
¿Quieres marchar el próximo sábado con Oxfam en la Ciudad de México?
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Por favor confirma tu asistencia al correo <movilizacion@oxfammexico.org> con el asunto «Marcha LGBTIQ+» / tu nombre completo. Incluye tu número de teléfono, acompañantes y un contacto de emergencia (nombre y teléfono).
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Esta entrada fue publicada originalmente en mexico.com