En días pasados, el concurso de belleza Miss Perú inició una polémica que se ha extendido a varios países porque las concursantes hicieron un llamado a terminar con la violencia de género. El certamen de belleza, similar a Nuestra Belleza México, tiene el objetivo de encontrar a “la mujer más guapa”, pero este año se utilizó como plataforma para llamar la atención sobre los feminicidios y los miles de casos de violencia contra las mujeres que aquejan a Perú.
Así, mientras las participantes desfilaban – sí, en traje de baño – en lugar de decir sus medidas físicas, decían, “mis medidas son 2 mil 202 casos de feminicidio en mi país” y similares. El hashtag #mismedidas fue trending topic nacional.
El debate está dividido. Algunas feministas argumentan que mujeres en traje de baño, en un concurso que las clasifica por su físico, luchando contra la violencia de género es un contrasentido. Otros consideran que fue una estrategia de marketing y otros más, que fue una buena manera de poner a la violencia de género en el debate nacional. Todos podrían tener razón, pero lo que sería más interesante es que esto abra la puerta al debate real del problema, no sólo entre feministas “de credencial”, sino entre la población en general.
Desde mi rol a cargo de Campañas y Comunicación en Oxfam México puedo intuir los argumentos a favor de esta estrategia: usar una plataforma mainstream para llevar un problema grave a una gran audiencia. El público al que va dirigido este mensaje no son las organizaciones de la sociedad civil, las organizaciones feministas o de derechos humanos que por años han luchado contra este problema. Son hombres y mujeres que probablemente desconocen o niegan la magnitud y naturaleza de la violencia contra las mujeres.
En nuestro país, donde nos gusta apelar a conservadurismos de mil tipos, nunca se ha pensado que un certamen de belleza pueda ser diseñado como plataforma de activismo. En el caso peruano, jugó un rol clave tanto la televisora, como lxs propios organizadores del evento. En un escenario imaginario en México, mejor ni hablamos. En parte, por eso la lucha feminista sigue en las calles. No me malentiendan, las marchas son buenas, son catárticas, son nuestro derecho y son necesarias. Pero mientras la conversación siga en ese espacio, que no se escapa de cooptaciones ideológicas, políticas, de clase y más; la lucha feminista seguirá siendo la lucha de unas cuantas. Cuando debería ser la lucha de todxs. Son muchísimas las marchas feministas en México – y en el mundo – donde he visto mujeres desfilando con los pechos descubiertos. Pero nos agrede que las mujeres desfilen en traje de baño en un certamen de belleza y encima se atrevan a hablar de feminicidio al mismo tiempo.
¿Que los concursos de belleza están construidos desde el machismo? Sí, pero ¿se puede dialogar con el machismo? El machismo no tiene argumentos. El feminismo sí. Como feministas tenemos que hablarle a aquello que nos incomoda. Ya se acerca el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y seguro saldremos a las calles.
Ojalá pronto, en este país y en otros, podamos empezar a hablar de estos temas desde mil formas diferentes y causar polémica por el mensaje, no sólo por la estrategia. Hay mucho que hacer, pero a veces nos enseñan el sol y nos quedamos viendo el dedo.
*Con agradecimiento a Kim Piaget por su ojo crítico.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México
Fotografía principal tomada de http://www.20minutos.es/noticia el 31 de octubre 2017 a las 6:45 pm
Fotografía miniatura tomada de http://www.prensalibre.com/vida/ el 1 de noviembre a las 10:29 am