Diego Saydel es un joven mixe de 26 años que trabaja con comunidades indígenas en la defensa de sus derechos. Se le nota el orgullo en la sonrisa cuando cuenta que pertenece a un pueblo que se denomina a sí mismo los ayuuk ja´ay “personas de la lengua de la montaña”. Pero lo que hoy es orgullo, en etapas tempranas de su vida fue motivo de rechazo y discriminación.
Nació un 18 de septiembre en temporada de cosecha de elotes en la comunidad de San Isidro Huayapam, ubicada en la sierra norte de Oaxaca. Su padre había ido a cortar los elotes nuevos y fue su abuela materna quien asistió a su madre en el parto y quien se encargó de enterrar el cordón umbilical de Diego para que no olvidara sus raíces.
Diego aprendió la lengua mixe antes de aprender español, pero se vio obligado a relegar su lengua materna cuando ingresó a la secundaria. Se mudó a un internado a la ciudad de Oaxaca por decisión de sus padres, quienes pertenecen a una generación influenciada por la idea impuesta en la escuela, de que hablar una lengua indígena era sinónimo de retroceso y pobreza.
“Los alumnos se burlaban mucho de los Ayuuk, cuando alguien decía una incoherencia o cometía un error, decían ‘no seas Ayuuk’, también se burlaban mucho porque nosotros ocupábamos huaraches. Fue un proceso difícil porque entré a un mundo que no conocía, un mundo totalmente diferente al mundo Ayuuk. Y cuando hablábamos en mixe, los mestizos se burlaban, es más, yo preferí dejar de hablar el mixe y hablar solamente español, para no ser objeto de burla”, relata.
Diego salió de la secundaria con evaluación de mala conducta, por lo que no fue aceptado en ninguna escuela de la ciudad y su única opción fue un bachillerato integral comunitario en el municipio de Santa María Alotepec, ubicado en la región mixe.
Ese fue el regreso a sus raíces. Aprendió a leer y escribir en mixe y comprendió que la lengua es tan importante para los pueblos indígenas porque en ella radica su historia y su forma de ver el mundo.
Diego considera que el reconocimiento y valoración de su origen indígena se concretó en el Instituto Superior Intercultural Ayuuk, donde estudió Comunicación Social.
“En la universidad aprendí sobre la filosofía del Wijën Kajën Maa Naax Kajp que significa ‘Saber y conocer para la comunidad’. Eso le dio sentido a mi vida, se trata de aprender para desenredarse del sistema y que el aprendizaje y el saber sea en beneficio de nuestra comunidad”, comparte.
Otros actores importantes en la formación de Diego como activista y comunicador social fueron la radio comunitaria “La Voz Campesina” y el Comité de Derechos Humanos Sierra Norte de Veracruz, que le permitieron trabajar con comunidades Nahuas, Tepehuas y Otomíes de la sierra norte de Veracruz.
“Cuando sané con mis raíces, cuando supe que era ayuuk ja´ay, en ese momento sentí un compromiso con mi pueblo. Conocí otras realidades en la sierra norte de Veracruz y conviví con otras culturas originarias. Así decidí que caminaría al lado de la lucha de las comunidades”, dice Diego.
De su trabajo con comunidades indígenas y campesinas, señala como su mayor logro, haberse ganado la confianza de los hombres y mujeres que están luchando por sus derechos y su territorio.
Actualmente, es coordinador de comunicación en el Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto, que lleva más de 11 años acompañando a comunidades zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca en su defensa del agua.
“Nuestros abuelos y abuelas nos heredaron la lengua, la tierra, las tradiciones y las narraciones; la responsabilidad de perderlas o conservarlas está en nuestras manos como jóvenes. Por ese camino tiene que venir nuestra aportación, tenemos que ir haciendo veredas y apropiándonos de herramientas que puedan fortalecer a nuestros pueblos”, invita.