Ana Farías, directora de Parvada
Hace tiempo en Parvada, hicimos un ejercicio con trabajadoras del hogar que consistió en contar las horas que dedican a trabajar dentro y fuera de sus casas, y después compararlo con la cantidad de horas que sus parejas dedican a esas mismas actividades.
Éste fue el resultado: al interior de sus hogares, ellas trabajan 4.6 veces más horas que ellos. Si contrataran a una persona externa para realizar las labores domésticas y de cuidado, gastarían alrededor de 72 mil 250 pesos mensuales, pues necesitarían personas cocineras, planchadoras, maestras de regularización, asistentes personales, etcétera. La realidad es que ellas no reciben ninguna paga por realizar este trabajo. A veces ni siquiera les dan las gracias.
De acuerdo con el INEGI (Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2014), las mujeres dedicamos en promedio 50.1 horas semanales al trabajo no remunerado en los hogares, mientras que los hombres dedican sólo 17.6 horas. Esto significa que, en general, las mujeres dedicamos 3.4 veces más tiempo a estas labores. En el ejercicio que hicimos en Parvada la proporción fue mayor y aunque nuestra muestra no es representativa, sí apunta a una situación evidente de desigualdad. Veamos.
Alrededor de 1 millón 996 mil 264 hogares en México emplean a una trabajadora del hogar. En cambio, las propias trabajadoras generalmente no pueden costear los servicios de alguien que realice las labores de domésticas y de cuidado en sus propias casas. Si bien muchas cuentan con redes de apoyo familiares, éstas generalmente son utilizadas para cuidar de los hijos e hijas cuando ellas salen a trabajar, no para hacer otro tipo de labores al interior del hogar.
¿Qué significa lo anterior? Para entenderlo hay que pensar primero en el contexto en el que se inserta esta realidad: existe una gran desigualdad en el reparto de tareas entre mujeres y hombres, pero también entre mujeres con mayores ingresos económicos y aquellas en trabajos precarizados.
Es decir, las mujeres de cualquier estrato socioeconómico realizan, en general, más tareas del hogar y de cuidados que los hombres. Por otro lado, las mujeres con ingresos más bajos tienden a dedicar aún más horas al trabajo del hogar que aquellas con una situación económica privilegiada, justamente porque las primeras no tienen un ingreso que les alcance para contratar a una trabajadora del hogar y delegar esas labores.
El trabajo del hogar es un buen ejemplo de lo que significa el trabajo precarizado, pues no se tiene certeza de la duración del empleo, los salarios casi siempre son bajos y encima se les descuenta con mucha facilidad, en la mayoría de los casos no se cuenta con prestaciones y rara vez son empleos de tiempo completo. Pero más allá de hablar de definiciones, me interesa resaltar una consecuencia de la que se habla poco: la falta de tiempo libre.
Cualquier mujer con un trabajo precarizado, incluyendo a las trabajadoras del hogar, puede dar fe de lo cansado y desgastante que es no contar con tiempo para una misma. Siempre están disponibles para el otro, sea el patrón o la familia. Como no cuentan con vacaciones (las “vacaciones” no pagadas no cuentan como tales) ni suficiente ingreso que les permita salir a divertirse o descansar -además de que en casa el trabajo nunca termina- las posibilidades de ocio se reducen muchísimo. Esa posibilidad tendría que ser accesible para todo el mundo, pues es fundamental para la salud mental.
Durante una capacitación, una trabajadora del hogar hizo una confesión brutal: el único momento en el que realmente puede descansar es cuando está internada en el hospital. Independientemente de que éste sea un problema complejo que se deriva de un sistema económico, cultural y social desigual, me gustaría cerrar con unas preguntas para al menos intentar sembrar una semilla de duda en algún hogar, que es el espacio más inmediato en el que podemos incidir.
¿En qué medida contribuimos al desgaste de las mujeres cuando los hombres no hacen su parte del trabajo del hogar y de cuidados?, ¿cómo contribuyen las y los empleadores a la precarización al exigir que las trabajadoras laboren largas jornadas a cambio de sueldos de hambre?
¿Lo vamos a seguir permitiendo?
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