Una posible explicación es que, si bien los ingresos de los más pobres y de la clase media mundial se han incrementado, siguen siendo demasiado bajos como para que estas personas puedan ahorrar o invertir en el tipo de bienes que permiten la creación de riqueza.
Esto me lleva a clarificar la diferencia entre ingreso y riqueza. El ingreso es la cantidad de dinero que una persona u hogar recibe en un periodo determinado. Puede proveer de salarios, rendimientos de inversiones, transferencias por parte de familiares o beneficios del gobierno. Cuando los ingresos no se utilizan para el consumo de bienes o servicios, pueden ser convertidos en riqueza si se depositan en cuentas bancarias de ahorro, se invierten en otro tipo de activos como bonos o se utilizan para adquirir propiedades como una casa. Dado que la mayoría estos activos generan rendimientos o aumentan su valor en el tiempo, la riqueza se convierte a su vez en una fuente de ingreso.
Si vemos al mundo como un solo país, encontramos que la desigualdad de ingresos ha disminuido desde finales de los ochenta del siglo pasado. La fuerza detrás de esta tendencia es el acelerado crecimiento económico en los países asiáticos (los cuales concentran una parte importante de la población mundial) y la reducción de la desigualdad en regiones como Latinoamérica durante la primera década de este siglo.
No obstante, las diferencias a nivel global siguen siendo demasiado grandes. Mientras que en el 2008, el ingreso promedio del 5% más pobre fue de $277 dólares internacionales, el 5% más rico obtuvo en promedio casi $39,000 dólares internacionales durante el mismo periodo. Esto significa que el ingreso de los más ricos es al menos 140 veces mayor que el de los más pobres.
Si bien los ingresos de las clases medias y bajas globales están creciendo rápidamente, aún queda un largo camino para que estos grupos puedan gozar de los estándares de vida con los que cuenta la clase media de occidente. Simplemente siguen sin contar con los ingresos suficientes para poder acumular riqueza.
Y aún cuando se estima que el ingreso del 10% más pobre ha crecido dos veces más rápido que el del 10% más rico, el ingreso per cápita del 10% más pobre sólo ha incrementado en $217 (PPA) durante los últimos 25 años y la mayor parte de estos recursos se usará para el consumo de bienes básicos, como comida, salud y vestido.
En contraste, los millonarios y multimillonarios obtienen la mayor parte de sus ingresos de los rendimientos de su riqueza y no de salarios o transferencias como la mayoría de las personas. Si bien su ingreso no crece igual de rápido que el de los grupos más pobres, siguen acumulando riqueza. Como Piketty muestra en su obra maestra Capital en el Siglo XXI, los recursos derivados de bienes raíces y transacciones financieras son más que suficientes para permitir que el 1% más rico a nivel global mantenga su estilo de vida en los años por venir y para que incluso continúe acumulando fortunas masivas, creando dinastías entre las élites económicas.
De acuerdo con las últimas cifras de Credit Suisse, 82% de la riqueza creada durante el 2017 pasó a manos del 1% más rico, mientras que la riqueza del 50% más pobre de la población mundial no experimentó incremento alguno. Si estas dinámicas perversas que rigen la acumulación de la riqueza no son corregidas por los gobiernos, las mejoras marginales en las condiciones de vida de los más pobres a nivel mundial no serán suficientes para reducir sustancialmente las brechas tan marcadas en materia de recursos y poder.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México
“Este texto fue publicado originalmente en el blog Oxfam Views & Voices de Oxfam Gran Bretaña”
Crédito de la fotografía: Dzilam Méndez, Oxfam México