Esperanza Alonso trabaja en el campo sembrando rábanos, cebollas, hierbas de olor y flores. Cada mes obtiene un ingreso de 2 mil pesos para mantener a su familia de cinco integrantes y está luchando para poder aprovechar libremente el agua que necesita para sembrar y subsistir.
La jornada de trabajo en San Sebastián Ocotlán, comunidad del municipio Santiago Apóstol en Oaxaca, inicia a las 5 de la mañana. Esperanza y sus hijos preparan la tierra, siembran las semillas, riegan, deshierban la planta, cosechan. Doce horas de trabajo por día.
“Se termina de trabajar hasta que se oculta el sol, si el sol no se oculta, pues no se termina de trabajar”, dice la campesina zapoteca.
Para vender sus verduras, Esperanza debe trasladarse al mercado de la capital de Oaxaca -a una hora y media de distancia- y ahí enfrenta nuevas dificultades porque los precios varían ampliamente.
El ciento de rábanos, por ejemplo, puede llegar a venderse en 60 pesos, pero hay temporadas en que el precio se desploma a 20 pesos.
“A veces la verdura se pone muy barata, a veces la misma gente que llega a comprar en los mercados nos la paga muy barata y todo el trabajo que nos cuesta, desde la siembra hasta la cosecha, a veces no se recupera ese dinero”, relata.
Esperanza riega su parcela antes de que salga el sol para que el agua le rinda lo más posible y en su casa reutiliza el agua con la que lava los trastes y la ropa. Es consciente de que debe cuidar este bien común natural porque vivió la sequía de 2005.
“Acá ya no se sembraba, muchas parcelas que se ven ahorita verdes alrededor, ya no se sembraban. Teníamos un pozo que abastecía el agua en la población y se hacía una fila larguísima, la gente llevaba sus tambos en sus carretas para cargar agua pero muchos no alcanzábamos”, recuerda.
Para devolver el agua a la tierra, dieciséis comunidades indígenas de Oaxaca conformaron la Coordinadora de Pueblos Unidos por el Cuidado y Defensa del Agua (COPUDA) y se organizaron para construir obras de captación de agua de lluvia.
Hicieron retenes, hoyas y pozos de absorción con los que, en 11 años, lograron recuperar el nivel de agua subterránea de la región, pero un Decreto de Veda impide a lxs campesinxs aprovechar libremente el agua necesaria para sus cultivos.
A través de un proceso de consulta a los pueblos indígenas afectados, que inició en junio de 2015, la COPUDA presentó una propuesta a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) para que modifique el Decreto de Veda.
Esperanza forma parte del comité de la COPUDA porque considera que el gobierno mexicano no tiene derecho a limitar a lxs campesinxs el uso del agua que ellxs mismxs han sembrado.
“El gobierno nos la quiere limitar pero ellos nunca se han acercado a nuestras comunidades a hacer obras de captación, nosotros vimos la manera de hacer el trabajo, entonces el gobierno no tiene ningún derecho de venirnos a limitar el agua.
“No lo puede hacer porque el agua es de nosotros, nosotros sólo estamos defendiendo lo que nos pertenece a nosotros”, afirma la campesina.
Oxfam México apoya a la COPUDA y al Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto en la lucha por el agua y la defensa de la consulta previa, libre e informada, que es un derecho humano y una herramienta de participación democrática de los pueblos indígenas.