Por Diego Vázquez y Milena Dovalí
El 6 de agosto presentamos el informe “Por mi raza hablará la desigualdad”, desarrollado por Patricio Solís, Braulio Güémez y Virginia Lorenz. Unos días después, luego de declaraciones sobre la existencia de una “pigmentocracia” en México, estalló un acalorado debate en redes sociales sobre si existe o no la discriminación hacia las personas morenas. Nuestra investigación pretende abonar a la discusión pública proporcionando información y evidencia, así que decidimos hacer algunas precisiones para ir separando los argumentos y los datos, de las fake news y las creencias comunes pero erróneas.
El problema de la desigualdad étnico racial trasciende el color de piel:
La discusión de los últimos días ha estado centrada en el color de piel de las personas. Sin embargo, existen otros factores que pueden ser más importantes que el color de piel y que, en conjunto, generan mayores barreras para que los individuos lleguen a niveles más altos de ingresos, educación y ocupación: estos son, la auto adscripción de una persona (si se identifica como indígena, mestiza o afrodescendiente) y si es hablante de lengua indígena. Así que la discusión alrededor del racismo es incompleta si no se ignora que, de acuerdo con CONEVAL, el 70% de la población que se identifica como indígena se encuentra en pobreza, mientras que para el resto de la población este porcentaje es de 39%.
Para quienes dicen “No es verdad que el color de piel influya en el éxito de una persona, yo conozco un amigo que era moreno y se esforzó y…”:
Primero, lo más básico: difícilmente la evidencia anecdótica es representativa de una realidad social. Las excepciones no hacen la regla pues estadísticamente, para llegar a conclusiones se necesita a un grupo de personas que refleje, con la mayor precisión posible, a un grupo más grande (en este caso a la población mexicana). Así, para conocer la realidad, se ocupan datos, que en este caso son cuantitativos, obtenidos con técnicas estadísticas. El informe de Oxfam México se basa en datos de INEGI que permiten llegar a conclusiones a nivel nacional.
Segundo, ni el reporte de Oxfam México, ni toda la literatura que ha estudiado el tema de racismo en México pretende ser determinista. Es decir, se reconoce que para cada caso puede haber excepciones, pero que éstas no representan la realidad de la mayoría de las personas.
Por ejemplo, en el reporte se explica que 2 de cada 3 personas hablantes de lenguas indígenas pertenecen al grupo más pobre de la población. Esto no pretende comunicar que todas las personas hablantes de lenguas indígenas viven en pobreza, pues también se explica que 3 de cada 100, pertenecen al grupo más rico. No obstante, lo que dicen estos datos es que las personas hablantes de lenguas indígenas tienen más probabilidad de permanecer en pobreza, que de pertenecer al grupo más rico. Además, el racismo interactúa con otros factores como la educación, el sexo o el lugar de nacimiento. Por lo tanto, cuando estos factores varían, las desventajas a las que se enfrenta un individuo por su color de piel se pueden reducir o aumentar.
Finalmente, reconocer el racismo y la discriminación no demerita el esfuerzo propio. El punto de investigar y debatir sobre el racismo no es, como se ha dicho en redes sociales, fomentar una cultura de victimización o negar el esfuerzo personal. De hecho, combatir injusticias y asegurar un país donde haya oportunidades para todas las personas, significa luchar por que los resultados de vida de una persona se deban a su esfuerzo y no a trabas que nada tienen que ver con el trabajo duro.
El racismo es sólo una parte de las desigualdades económicas y sociales:
Reconocer el racismo no implica que no se reconozcan otras desigualdades que afectan los prospectos de ingreso, educación y ocupación. De hecho, en el mismo informe de Oxfam México, se reconoce que la posición socioeconómica de la familia donde nacen los individuos (el nivel educativo de los padres, su ocupación y el nivel de riqueza), tiene un mayor efecto que las características étnico-raciales. Además, tanto el informe de Oxfam México como las investigaciones de Raymundo Campos y Eva Arceo, muestran que estas desigualdades afectan más a las mujeres.
¿Qué proponemos desde Oxfam México?
El primer paso fue abrir una conversación que es incómoda, ya que la idea del mestizaje hace difícil reconocer y visibilizar estas realidades. Como segundo paso, proponemos alternativas para combatir estas desigualdades:
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Que los programas de becas educativas del gobierno (especialmente Becas Benito Juárez para esta administración) establezcan un porcentaje definido de las becas que deberán ser destinadas a estudiantes de comunidades indígenas.
Retomando una de las propuestas incluidas en el reporte México Justo, incrementar los recursos de las cinco entidades federativas más pobres del país para mejorar la infraestructura escolar, construir nuevos hospitales y aumentar las becas para estudiantes en las zonas más marginadas.
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Aumentar el número de personas intérpretes y traductoras como vía para garantizar el acceso a la salud, la educación y la justicia de hablantes de lengua indígena. Para esto, proponemos desarrollar programas de capacitación y formación de profesionales en traducción de lenguas indígenas, que posteriormente se integren a los servicios de salud, educación y justicia en el país. Estos programas, también deberán incluir temas relativos a los derechos humanos, a los procesos sociales y culturales de los pueblos indígenas y a sus sistemas de valores, usos y costumbres.
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Garantizar la participación política de los pueblos originarios de México creando ciudadanía para asegurar un enfoque de derechos en los programas sociales y una gobernanza inclusiva y democrática.