María Teresa Hernández Sandoval
Quisiera más de unas páginas para compartir lo que pasa por mi cabeza después de conocer el trabajo que hacen las mujeres unidas. Soy una mujer de 40 años que toda su vida se ha dedicado a hacer sentir mejor a los demás. Soy madre, esposa, hermana, tía, abuela, amiga; y también soy líder de mi comunidad porque soy presidenta de colonos de El Rehilete, una colonia irregular en Guadalajara llena de carencias y con mucha falta de servicios sociales. Es por eso que me di a la tarea de promover el apoyo en la comunidad para que las familias vivieran mejor, así me alejé de mis sueños pero lo hice con mucha satisfacción.
La confianza de los demás me motivó a seguir luchando para tener un par de zapatos, un cambio de ropa, una despensa, una lona para cubrir el techo de una casa llena de carencias, también a participar en algunas actividades para obtener beneficios políticos o sociales. Estoy llena de experiencias y secretos gracias a la confianza que los demás me han dado. Trato de solucionar los problemas buscando apoyo y tocando puertas.
Enfrento cansancio tanto físico como emocional y una situación económica de la fregada pero siempre busco la manera de ganar unos pesos extra lavando o reparando ropa y vendiendo dulces o comida sin un pago justo. Sólo pienso en ganar para repartir porque soy la mayor de once hermanos. Mi madre también fue una mujer muy luchona y maltratada por muchas circunstancias de la vida, acaba de fallecer de cáncer de mama y me dejó muchas enseñanzas y la responsabilidad de enseñar a mis hermanos a sobrevivir, porque eso es lo que hacemos, sobrevivir porque ignoramos muchas cosas, como nuestros derechos.
Pienso en la costumbre de que las mujeres tengan que estar en la casa llenándose de hijos y atendiéndolos porque son hombres. Pero gracias a lo que nos enseñan las organizaciones que llegan a la colonia, sabemos que esta vida no tiene que ser así. Nos organizamos y tratamos de mejorar nuestro entorno, nuestra manera de vivir y pensar. Yo me di cuenta que tengo derechos y gracias a eso mis hijos no tendrán que vivir la vida que a mí me tocó.
Un día, los chicos de Parvada me preguntaron si me podían tomar una foto para que una pintora la plasmara en un mural. Me llenó de mucha emoción pero no sabía qué iba a pasar después de eso. Un día llegó un grupo de mujeres jóvenes muy motivadas con brochas, rodillos y pintura. Salí a ver lo que estaban haciendo y mi cabeza comenzó a llenarse de recuerdos de muchos momentos difíciles en mi vida y en la de mi madre. Me quedé muy pensativa. No sabía qué decir.
El mural con mi foto dice “Eso que llaman amor es trabajo no pagado”, cuando vi esa frase se me aclararon muchas cosas muy ciertas, es verdad que lo que hago yo por amor es trabajo no pagado. Lo es porque a mí no me pagan por cocinar, lavar, planchar, barrer, darle de comer a los animales, llevar a los niños a la escuela, cuidarlos cuando están enfermos, echar lonche al marido y tenerle la ropa lista después de bañarse, ir a comprar lo que se necesita en casa, cortarle el cabello a la familia, escuchar los problemas de los vecinos con sus parejas, sus hijos y sus parientes; contribuir a resolver los problemas que hay en la colonia por la falta de drenaje, agua, luz, seguridad y muchas cosas más. Aun así, me encanta hacerlo.
Gracias Oxfam México, gracias Parvada, a todos los que realizan este trabajo tan lleno de reflexión, y a ti Ailen Possamay por haberme dado la oportunidad de entrar en lo más profundo de mi ser y valorarme más como mujer y como persona. Mi compromiso a partir de hoy es mejorar, superarme y compartir con los demás, porque no estamos solas.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México.