El sistema económico actual no funciona. Desde Oxfam México lo hemos repetido hasta el cansancio. Hemos dicho que es un sistema que premia sólo a la riqueza y castiga al trabajo. Hemos llevado la cuenta de la fortuna que acumula el 1% más rico del mundo, y también de México. Hemos acompañado a otras organizaciones y sumado nuestra voz a la de activistas que también denuncian los daños de la desigualdad.
¿Cuál ha sido una de nuestras principales propuestas? Necesitamos nuevos modelos económicos que funcionen para todxs. Sí, leyeron bien: todxs. En esta equis se incluyen los grupos de personas que han sido históricamente ignorados, como las mujeres y grupos indígenas.
De acuerdo a la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la tasa de participación económica de las mexicanas (mujeres en edad de trabajar que tienen o están buscando empleo) es de 43.9%, mientras que la de los hombres es de 78%. De las mujeres ocupadas, 37.7% no cuenta con acceso a servicios de salud como prestación laboral, 41.9% labora sin tener un contrato escrito y solo 55.2% goza de vacaciones pagadas. También se enfrentan a otras barreras que, aunque no están directamente ligadas a la economía, las afectan: normas sociales patriarcales (por ejemplo, asumir que las tareas del hogar son responsabilidad de ellas, no dejar que tomen decisiones dentro de los hogares o en la comunidad, no permitirles ir solas a ciertos espacios públicos, etc.), leyes que no las protegen, políticas económicas que ignoran el trabajo de cuidados no remunerado, y violencia de género dentro de los hogares y los espacios laborales.
Al mismo tiempo, se han hecho esfuerzos por incorporar a las mujeres a la economía, argumentando lo mucho que crecería el PIB si lo hicieran. En la década pasada se hizo popular el discurso de “la igualdad de género es economía inteligente”, que buscaba crear oportunidades para las mujeres en los mercados económicos. Muchas veces, esto último se confunde con el término “empoderamiento económico de las mujeres”.
Sin embargo, estos esfuerzos no han funcionado porque solo suelen tomar en cuenta el crecimiento de la economía, y no la multiplicidad de aspectos que permiten que la vida siga. Entre estos están el trabajo de cuidados, los trabajos dignos y que estén justamente remunerados, y actividades que no tengan consecuencias negativas para el medio ambiente, sino que incluso intenten mejorar el ecosistema en el que se encuentran.
En Oxfam, sabemos que existen alternativas al modelo actual. Sabemos que hay grupos de artesanas que hacen obras de arte con técnicas ancestrales, productoras de pequeña escala que están transformando la manera en la que consumimos alimentos, grupos de ecoturismo liderados por mujeres que quieren preservar sus comunidades. Sabemos que están ahí y queremos apoyarlas, a ser más fuertes y lograr más.
Nos hemos comprometido a trabajar por una economía más humana, que funcione para las mujeres. No nos conformamos con incorporar a más de ellas a estructuras económicas que las discriminan y explotan, queremos apoyarlas para cambiar estas estructuras que perpetúan y exacerban la desigualdad. Vamos a trabajar para sean las propias mujeres quienes definan lo que es importante para ellas, para que estén en control de sus ingresos y recursos, y para que tengan el poder de influir en las decisiones que les afectan, al tiempo que pueden disfrutar de sus derechos en un ambiente libre de violencia.
Sabemos que aún nos falta mucho para lograr esto, pero estamos avanzando. El proyecto Economías Inclusivas Puebla es un primer paso. Si eres parte de un grupo, cooperativa o colectivo liderado por mujeres y compuesto en su mayoría por mujeres, que esté construyendo un modelo económico alternativo, consulta las bases e inscribe tu proyecto. ¡Juntas podemos construir una economía verdaderamente feminista!
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México