La brecha entre ricos y pobres es mayor que nunca y continúa aumentando. Esto supone un duro golpe para la lucha contra la desigualdad de género, así como una amenaza para los derechos de las mujeres. En 2015 la brecha aumentó tanto que ahora el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que la que comparte el resto de la humanidad. Al comienzo de este año, Oxfam publicaba que 62 individuos tienen tanta riqueza como los 3.600 millones de personas más pobres.1 Hace tan solo cinco años, en 2010, esta cifra era de 388 individuos; su descenso es un indicador del alarmante ritmo al que está aumentando la brecha.2 Las personas más ricas del mundo son mayoritariamente hombres, mientras que la probabilidad de que una mujer sea pobre es mayor que la de un hombre. El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial han reconocido que estos niveles de desigualdad económica extrema son malos para el crecimiento económico, la lucha contra la pobreza y la cohesión social. El FMI también ha demostrado que los países con una desigualdad de ingresos alta tienden a presentar también una elevada desigualdad de género.3
Recientemente, numerosas personalidades han abogado por una mayor participación de las mujeres en la economía mundial. La evidencia disponible muestra que el fortalecimiento económico de las mujeres es importante para la realización de los derechos de las mujeres, así como para alcanzar objetivos de desarrollo más amplios. Actualmente, la mitad de la población activa está compuesta por mujeres, y sin embargo tan sólo generan el 37% del PIB mundial.4 Se estima que si cada país cerrara la brecha de género en su economía, el PIB mundial podría aumentar en 12 billones de dólares para el año 2025.5
Está claro que una participación más equitativa de las mujeres en la economía contribuiría a un mayor crecimiento económico mundial y al fortalecimiento económico de las mujeres. Sin embargo, Oxfam ha demostrado que la mayoría de las personas que se han beneficiado del crecimiento económico en las últimas décadas han sido quienes ya se encontraban en lo más alto de la distribución de ingresos. De hecho, el 1% más rico de la población gana más que el 50% más pobre en conjunto. Al mismo tiempo, las personas más pobres, en su mayoría mujeres, no reciben una compensación equivalente. Es más, en muchos casos, los bajos salarios que reciben las mujeres facilitan los beneficios de otros. Si no se abordan las causas estructurales de la desigualdad económica, las mujeres –y en especial las mujeres pobres- no se van a beneficiar del crecimiento económico de manera justa, ni siquiera del crecimiento que ellas mismas generan.
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Las mujeres y el 1%