No basta con promesas en papel para recuperar la vida de las personas, no basta con disculpas públicas cuando las empresas envenenan ríos o violan derechos humanos. Nunca será suficiente el discurso buena onda si no existe un compromiso genuino.
De nada sirve que las empresas promuevan usar o generar productos más eficientes, que fomenten la conservación o el reciclaje de los productos, o que se apoyen criterios innovadores alternativos para cumplir los límites reglamentarios existentes o hacerlos más estrictos. Las personas deben ser el centro de estas acciones, de lo contrario los cambios serán superficiales. Es necesario considerar a las personas y los derechos humanos en todos los campos de acción.
Los derechos humanos de las personas no pueden ser moneda de cambio, no importa cuál sea nuestra labor, no importa cuáles sean nuestros intereses. Los manuales, guías, certificaciones y distintivos que existen sobre Responsabilidad Social y/o los Principios Rectores de Empresas y Derechos Humanos, no sólo son lecturas o preseas, deben ser nuestros principios rectores, la forma en la que trabajamos y en la que fomentamos un mundo con menor desigualdad, mayor equidad y respeto.
Desde hace varios años hay una creciente exigencia internacional de una actuación social y empresarial bajo condiciones de transparencia, ética y humanismo, incluso esto es considerado cada vez más como un valor competitivo e individual.
En un mundo donde la población aumenta y los procesos de consumo, distribución y hábitos de vida han hecho que los recursos naturales sean cada vez más escasos; la sociedad se ha visto forzada a hacer más con menos y el principal desafío es reconocer oportunidades en lugar de problemas. Entonces vale la pena cuestionar: pagar por ser nombradas en rankings y anuarios; obtener distintivos o certificaciones ¿realmente garantiza que las empresas son socialmente responsables?
Sabemos que existen entidades, organizaciones e instancias que han adecuado su actuar y operación con un enfoque basado en las principales normas de sostenibilidad como: los lineamientos de la OCDE para empresas multinacionales, la norma ISO 26000 sobre responsabilidad social y el Marco Internacional Financiero de Sostenibilidad para Corporaciones y Normas de Desempeño. Y sí. Cada vez más se habla de temas como: gobierno corporativo, principios rectores de la ONU, relación con proveedores, equidad, salarios justos, discriminación, derechos laborales o incluso sistemas de manejo de riesgos de la empresa; sin embargo, hay dos temas elementales en los que deberíamos hacer una honesta reflexión:
- A nivel individual, humano, personal (aunque parezca obvio), seguimos viviendo ajenas a los problemas de las demás personas, y mucho más ajenas a las consecuencias de nuestro actuar en el entorno (un claro ejemplo, la isla de basura del pacífico), es decir, existe poco desarrollo o casi nula promoción de la conciencia humana. Entonces, la premisa que se repite una y otra vez no ha surtido efecto -que todo nuestro actuar contribuya a la sociedad, al entorno y que además se reduzcan al mínimo nuestros impactos negativos-.
- A nivel empresarial-corporativo, la Responsabilidad Social Empresarial sigue siendo una estrategia de imagen y reputación. Es decir, sigue sin ser “una nueva forma de gestión y de hacer negocios, en la cual la empresa se ocupa de que sus operaciones sean sustentables en lo económico, lo social y lo ambiental, reconociendo los intereses de los distintos grupos con los que se relaciona”. Sigue sin ser “una visión de negocios que integra el respeto por las personas, los valores éticos, la comunidad y el medioambiente con la gestión misma de la empresa, independientemente de los productos o servicios que ésta ofrece, del sector al que pertenece, de su tamaño o nacionalidad”.
Muestra de que todo esto se ha quedado en papel, fotos y medallas, son hechos que he constatado en estos casi dos años de trabajo en Oxfam México, en los que hemos acompañado a comunidades de Oaxaca en procesos que podrían haberse evitado si estos principios se respetaran y corrieran transversalmente en las multinacionales y empresas.
Un ejemplo. Actualmente están activos en Oaxaca, 41 proyectos mineros que pertenecen a empresas registradas en Canadá, Estados Unidos, Perú, Australia y México.
Estos proyectos han violado derechos fundamentales de pueblos y comunidades indígenas como: el derecho al territorio y al acceso preferente a los bienes comunes naturales, el derecho al desarrollo propio, el derecho a la identidad cultural y el derecho a la información técnica y culturalmente adecuada.
Las consecuencias: encarcelamientos y asesinatos sin resolver, pozos contaminados, desbordamiento de presas, daños de parcelas donde las personas siembran, por mencionar algunas.
Titulares en medios como: “Zapotitlán gana batalla a minera; juez ordena suspensión” demuestran que en repetidas ocasiones el bienestar social de las comunidades ha sido puesto en un plano completamente ajeno a los megaproyectos. Hechos como éstos demuestran que la forma en la que se han manejado los derechos humanos ha violado por completo la integridad y la vida de las personas y, por supuesto, no han estado incluidos en los intereses, ni en la gestión de riesgos de las empresas.
Este acompañamiento no ha sido suficiente, por ello, Oxfam México busca acercarse a las personas de quienes depende el actuar empresarial con la incorporación de las recomendaciones esenciales para empresas a través del manual “Hacer negocios respetando los derechos humanos”, para que incorporen el respeto a los derechos humanos como un estándar de alto nivel para medir el logro de sus objetivos corporativos o de gobierno, según sea el caso. Es decir, no sólo debemos legitimar en materia de Responsabilidad Social a las empresas, sino elevar los estándares de protección, promoción y respeto a los derechos humanos, no se trata únicamente de cumplir con regulaciones ambientales, no es sólo contaminar menos, es simple y llanamente dejar de pisarnos entre seres humanos para ganar dinero.
El manual impulsa evaluaciones de impacto en los derechos humanos (EVIDHs) para fomentar el diálogo entre empresas y comunidades, propone que las comunidades presenten su propio análisis, busca dar un espacio para que las personas puedan expresar sus necesidades y que realmente todo se adecúe a su lengua, cultura y tradiciones. Las personas van al centro.
Ésta es la iniciativa desde la sociedad civil organizada, sin embargo ¿cuál será la garantía de que realmente se cumplan?, ¿es necesaria una entidad, persona o manual que nos hagan ser humanos? o ¿en qué momento tocaremos fondo para actuar por el bien común y no sólo por dinero o para relucir en la foto?
Nos toca exigir que estas medidas sean vinculantes y ejercer nuestro poder de acción en el consumo, porque tal vez por ahorrarnos dinero, estamos pagando un precio muy alto, no respetar los derechos humanos nos está costando la vida de las personas y esto no puede ser moneda de cambio.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México