Tengo dos hijos y una hija, y en los 13 años que tengo siendo mamá, todo el tiempo me han hecho sentir arrepentida de ser madre y con interminables responsabilidades “únicamente mías”.
Desde los primeros meses de mi primer embarazo me sentía muy vulnerada al tener que informarle a todo mundo sobre mi embarazo. ¿Por qué tenía que saber mi jefe, mis maestros, el personal de RRHH de mi empleo y los médicos del IMSS sobre mi condición de salud? ¿Por qué si son personas en las que no confío? ¿Por qué si me iban a juzgar y estigmatizar? (y lo hicieron)
He pasado por tres embarazos y partos -que en realidad fueron cesáreas obligadas- y por revisiones médicas de trámite y deshumanizadas en las que, cuando tienes 20 años, te dicen que todo está perfecto y, a los 30, te dicen “madre añosa”. Por embarazarte a esa edad te impiden decidir cuántas semanas antes y después del parto te tomarás de incapacidad y el tipo de parto que tendrás, eso lo deciden médicos del IMSS “por que son ellos y ellas las que saben”. Lo que tú sientas, pienses o necesites no les importa porque ”el producto” está en riesgo por embarazarte TAAAN GRANDE. ¿En serio?, ¿a los 30?
Desde el punto de vista profesional, siempre he tenido miedo de perder mi empleo o de no encontrar uno por el simple hecho de ser mamá o estar embarazada ( y no ha pasado, pero sí me han dejado en la banca, como si por ser madre hubiera perdido un chingo de neuronas). Porque aunque se dediquen a temas de Género, las instituciones y las personas que laboran en ellas, pareciera que no tienen conciencia de género y al menos en un par entrevistas me han preguntado -¿Quién va a cuidar a tus hijos? ¿tu trabajo en casa afectará tu desempeño aquí? porque aquí no hay horarios definidos.
Desde el punto de vista de la salud, pareciera que en ninguno de mis embarazos he existido yo y que solo importa “el producto”. Los permisos por maternidad y los periodos de lactancia materna de la Ley Federal del Trabajo y el IMSS no son suficientes porque no contemplan que las mujeres tenemos un empleo, cuidamos, hacemos gestión mental del cuidado (garantizar que haya insumos para cocinar, buscar guardería, acudir a las juntas escolares, estar en casa por si pasa la pipa, hacer pagos) y que pasamos los primeros dos años de nuestros hijos o hijas durmiendo apenas unas horas, comiendo mal y medio cuidando a los otros cuidado-dependientes. Sin permiso de alzar la mano para decir ¡ESTOY AGOTADA!
Después de 13 años de ser madre, no dejo de sentirme agredida, amenazada y vulnerada en muchos sentidos. Con un hijo en secundaria, un hijo en primaria y una bebé en guardería, tengo suficiente experiencia para decir que las guarderías del IMSS y todo el sistema educativo en México están repletos de personas que se han empeñado en hacerme sentir estúpida, irresponsable e insuficiente porque todo el ambiente es absolutamente competitivo, clasista, racista y, por supuesto, misógino.
Y es que he escuchado tantas amenazas en las que los y las niñas son los rehenes, pareciera que son especialistas en alienación parental, que es cuando una niña o niño ha sido manipulado psicológicamente para mostrar miedo injustificado, falta de respeto u hostilidad hacia su padre o madre.
De verdad sorprende la ambigüedad, violencia y agresión en los comentarios de las personas que están al frente de las instituciones de cuidados y educativas. Por ejemplo:
1.- Mamita, no podemos dar medicamentos a los niños en la guardería del IMSS (aunque haya enfermeras)
2.- No llegaste a tiempo, así que tu hijo/a no va a desayunar hoy
3.- Señora mamá de XXX ¿no hiciste la tarea pendiente de tu hijo?
4.- Mamita, nosotras como madres, somos las únicas responsables de tener todo bajo control porque esa es nuestra naturaleza
5.- Señora mamá de XXX ¿por qué no revisan la mochila y los cuadernos de su hijo adolescente?
Criar y cuidar es de por sí una tarea muy complicada; pero es la falta de servicios de cuidado de calidad y la tremenda violencia con que somos tratadas las mujeres en todos los ámbitos de desarrollo, el acceso a la justicia, la educación, el trabajo, los servicios de salud y un largo etcétera; lo que puede convertir la experiencia de ser madre en motivo de arrepentimiento.
Me molesta la falta de sensibilidad y empatía, y la estigmatización que ejercen las personas que trabajan en el sistema educativo, pero no dejo de preguntarme qué pasa cuando las mujeres ni siquiera tienen acceso a un empleo que garantice un espacio para que sus hijos o hijas puedan ser cuidadas, cuando en su trabajo verdaderamente las despiden o les pagan menos por ser mujeres, cuando les descuentan el día que tuvieron que ausentarse porque se enfermó el hijo, la abuela o la pareja; cuando hacen uso de los permisos y sus compañeros de trabajo las etiquetan como flojas, desinteresadas y poco competitivas.
En los últimos 12 meses, 21.9% de las mujeres han sido discriminadas en su espacio de trabajo, de acuerdo con la ENDIREH 2016. Pareciera que también el sistema laboral quiere que nos arrepintamos de ser madres, ¿o será que tenemos tan arraigada la estigmatización, la violencia emocional, la denostación por miedo a lo distinto; que por más políticas y leyes que tengamos, la cultura de discriminación y violencia hacia las mujeres nos gana?
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México