En 2016, el grupo Inditex, al que pertenece la cadena de tiendas de moda Zara, repartió dividendos por valor de cerca de 1 300 millones de euros al cuarto hombre más rico del mundo, Amancio Ortega.1 Stefan Persson, hijo del fundador de H&M2 y que ocupa el puesto 43 en la lista Forbes de las personas más ricas del mundo, recibió 658 millones de euros en concepto de dividendos el año pasado.
Anju vive en Bangladesh y trabaja confeccionando ropa para la exportación. Suele trabajar 12 horas al día hasta muy tarde. A menudo tiene que saltarse comidas porque no ha conseguido suficiente dinero. Gana poco más de 900 dólares al año.
El año pasado, el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones alcanzó su máximo histórico, con un nuevo milmillonario cada dos días. En este momento hay 2 043 milmillonarios (en dólares) en todo el mundo, de los que nueve de cada diez son hombres. La riqueza de estos milmillonarios también experimentó un enorme crecimiento, lo suficiente como
para poder terminar con la extrema pobreza en el mundo hasta siete veces. El 82% del crecimiento de la riqueza mundial durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la del 50% más pobre de la población mundial no aumentó lo más mínimo.
Para poner fin a la actual crisis de desigualdad, es necesario que todos los trabajadores y trabajadoras del mundo disfruten de salarios y trabajos dignos. En todo el mundo, la economía del 1% más rico se construye a expensas de trabajos mal pagados, a menudo ocupados por mujeres, que reciben salarios miserables sin que se respeten sus derechos fundamentales. Esta economía se erige a costa de trabajadoras como Fatima en Bangladesh, que trabaja en la confección de ropa para la exportación, donde sufre maltratos si no logra alcanzar los objetivos y con frecuencia se enferma por no poder ir al servicio. Se apoya también sobre las espaldas de trabajadoras en las fábricas de carne de pollo en
Estados Unidos como Dolores, que padece una discapacidad permanente que le impide coger a sus hijos de la mano. Se construye sobre las espaldas de las inmigrantes que limpian hoteles como el Myint en Tailandia, expuestas a abusos sexuales por parte de los clientes y que a menudo tienen que aguantarlos si no quieren perder su empleo.
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Premiar el trabajo, no la riqueza