María Fernanda Álvarez
Coordinadora del proyecto 12 Mexicanxs de Oxfam México
Millones y millones de pesos se han invertido en el desarrollo social de México, y aún así la pobreza crece y la ya abismal brecha de la desigualdad se amplía. ¿Por qué tantos proyectos de desarrollo fracasan? O peor aún ¿por qué programas que tienen como objetivo disminuir la pobreza acaban por reproducir desigualdades o fomentando relaciones clientelares?
Las razones son múltiples y complejas, y van desde el desvío de recursos públicos hasta la falta de planeación, monitoreo y evaluación. Sin embargo, existe también una lógica histórica detrás de gastar recursos públicos en tofu y atún para programas de escuelas de tiempo completo sin tomar en cuenta la dieta tradicional de la región, o a sus productores locales; o gastar millones de pesos en proyectos de desarrollo que nunca serán utilizados. En la industria del desarrollo en general y en la política social mexicana, sobran ejemplos de proyectos que han fracasado porque fueron impuestos e imaginados desde lejos.
El origen de esta realidad es la misión civilizadora, una lógica que justificó moralmente la explotación y violencia inherente a la Colonia a través de un discurso de salvación y progreso. Y es que, si se entiende al Otro como bárbaro y al progreso como una carrera lineal, tiene sentido que quienes supuestamente ya llegaron (al desarrollo) sean quienes guíen a los que no. Visto de este modo, el colonialismo se entendió como un esfuerzo “modernizador y deseado”, que posicionó a la misión civilizadora como un esfuerzo “noble”.
En México, este mirar tomó la forma de la Encomienda, un sistema económico clientelar en donde los súbditos pagaban tributo y trabajaban a cambio de una supuesta civilización y cristianización. Este sistema, constituido bajo un esquema racista, permitió la consolidación de la dominación española en México al tiempo que dio pie a la condición de pobreza todavía prevalente entre los pueblos indígenas.
Más de cuatrocientos años después, hoy, tanto el gobierno mexicano como la industria de desarrollo seguimos -consciente o inconscientemente y en diferentes grados- reproduciendo este mirar; lo cual conlleva consecuencias serias que van desde fortalecer estereotipos y generar dependencia, hasta promover incentivos perversos que derivan en conflictos locales, cooptación del voto, desconocimiento sobre derechos básicos, etc.
¿Cómo nos aseguramos de efectivamente aportar al desarrollo social de una manera responsable y crítica?, ¿cómo garantizamos que los proyectos sean para y por las comunidades?
En el programa 12 mexicanxs de Oxfam México, le apostamos a los procesos participativos para generar proyectos específicos. Trabajamos con hombres y mujeres quienes deciden y lideran el desarrollo de los proyectos a implementar en sus comunidades. Identificando primero sus necesidades prioritarias a través de un diagnóstico participativo y después co-diseñando soluciones estratégicas junto con nuestrxs socixs locales. A la par, levantamos un diagnóstico de derechos incumplidos para acompañar a las comunidades que así lo decidan, en su lucha para ejercer plenamente sus derechos, al mismo tiempo que incidimos para impulsar cambios estructurales.
El resultado de este largo y rico proceso, son proyectos que responden a necesidades específicas como baños secos ecológicos, soluciones para garantizar acceso a agua segura para el consumo y capacitación técnica y comercial, además de apoyo financiero para personas productoras de miel y café.
Los recursos para la implementación de estos proyectos, serán procurados a través de una campaña de Donadora con la que no sólo queremos demostrar que todxs podemos aportar al desarrollo social, sino también, que es tiempo de apostar a un modelo diferente, que ponga a las personas al centro.
Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México
Esta entrada fue publicada originalmente en el HuffPost México