Mi jefa, que en ese momento ya era mamá de un niño y una niña, me dijo “muy bien, pero te aconsejo regresar a trabajar tiempo parcial los primeros dos meses”. Pensé que probablemente ella dimensionaba mejor que yo lo que estaba por venir, así que le tomé la palabra. Cuando retomé el trabajo mi hijo tenía 10 semanas y cuando regresé de tiempo completo a la oficina, ya tenía 4 meses cumplidos.
Creo que no me fue mal. Tres años después sigo en el mismo trabajo y ya estoy pensando “ahora sí voy a tener otrx bebé”, pero también ha tenido su chiste. El primer año mi hijo se enfermaba muy seguido y aunque en tiempos de paz, mi pareja era el encargado de llevarlo y recogerlo de la guardería la mayoría de las veces, cuando se enfermaba, yo tenía que faltar a la oficina porque mi esposo tan comprometido, no quería dejar plantados a salones de hasta 60 alumnos en la universidad.
Como vivo en Ciudad Nezahualcóyotl, me toma entre dos y tres horas trasladarme de mi casa al trabajo y de regreso. Es tiempo que se resta de mi día y que podría aprovechar para estar con mi familia o hacer algún hobby. Realmente, esto último es a lo que he dedicado menos tiempo en los últimos tres años: primero está mi familia, en segundo lugar mi trabajo y en tercer lugar yo (una siempre piensa en cuidar a los demás antes de cuidarse a sí misma), lo que ha significado menos tiempo para mi cuidado personal (cosas que parecen tan sencillas como cortarme el cabello, pintarme las uñas o ir al dentista) y menos tiempo para actividades de recreo (como ir al cine, hacer ejercicio, ver mis series favoritas, etc).
Salgo a las 6 de la tarde de la oficina y cuando llego a mi casa, dedico tiempo a jugar con mi hijo. Le doy de comer, lo baño, lo cambio y lo preparo para dormir. Termino exhausta. Aunque apenas sean las 10 de la noche, ya me quiero acostar. Por mucho que esté viendo alguna serie entretenida en Netflix, siempre me quedo dormida.
Lo que más me hace reflexionar sobre ser mamá trabajadora, es cuando escucho a mis compañerxs solterxs y sin hijos decir “es que no tengo tiempo para ir al gym”, o “es que no tengo tiempo para cocinar”. Yo pienso “pues menos yo”.
Cuando mis compañerxs faltan a la oficina porque tienen que cuidar de sus mascotas enfermas y llevarlas al veterinario, yo pienso “¡Vaya! y yo me siento mal cuando falto al trabajo porque se enferma mi pequeño”. Pero también comprendo que cada quien tiene sus retos en la vida, sus tiempos, sus rutinas, sus familiares, sus animales; y que los trabajos de cuidados son diversos y significan diferentes cargas para cada quien.
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