La discriminación está embebida en la cultura y el lenguaje. “Trabaja como negro para vivir como blanco”, “traes el nopal en la cara” y “nunca falta un prietito en el arroz” son solo algunos ejemplos de frases que se usan en México y en las que predomina un racismo oculto del que hasta hace poco no se hablaba en el país.

Oxfam México en colaboración con un grupo de investigadores e investigadoras publicó el reporte “Por mi raza hablará la desigualdad” para dotar de evidencia sobre los obstáculos que enfrenta una parte de la población por su color de piel. Debido a la controversia que suele rodear al tema, queremos aclarar una serie de mitos que caracterizan las conversaciones actuales:

Mito 1: Hablar de racismo implica ser racista

En 2017, el INEGI incluyó por primera vez en una encuesta, una variable de color de piel que hizo estallar reacciones en redes sociales en las que se acusaba a la institución de ser racista. El argumento era que hacer notar las diferencias entre los distintos colores de piel de la población mexicana es una forma de racismo.

Aunque no existe justificación científica o biológica de las “razas humanas”, éstas son construcciones históricas y sociales con consecuencias tangibles en las relaciones de poder. Así que incorporar el color de piel en el análisis de la desigualdad significa reconocer criterios de discriminación y exclusión social, y buscar maneras de erradicarlos.

Mito 2: En México no existe el racismo porque todas somos personas mestizas

En el imaginario mexicano se ha creado la idea del mestizaje como un proceso de mezcla de diferentes grupos étnicos que invalida cualquier análisis del racismo, pues todas las personas somos una mezcla de “lo español y lo indígena”. No es casualidad que Vasconcelos haya acuñado el concepto de “la raza de bronce” como parte de su ideario nacionalista. No obstante, esta narrativa acarrea dos problemas.

El primero es que invisibiliza la existencia de otros grupos étnicos, como el de las personas afrodescendientes. El segundo es que deslegitima la discusión del racismo, pues a diferencia de otros países como Estados Unidos, las personas en México no relacionan su color de piel a una identidad diferenciada (pero sí a una identidad mestiza compartida), y por lo tanto suelen pasar por alto las diferencias políticas, económicas y sociales a las que son sujetos.

Tenemos que reconocer que en México existe una “pigmentocracia” que asigna posiciones sociales a las personas en función de su apariencia física. Algunos ejemplos:

• Mientras que sólo 1 de cada 10 personas con tono de piel oscuro tiene educación superior, casi 1 de cada 4 personas de piel clara pudo ir a la universidad.
• Mientras que sólo 12 de cada 100 personas de piel oscura alcanzan a ser parte de la población más rica, casi 1 de cada 3 personas de piel clara llega a serlo.
• La probabilidad de tener un trabajo manual de baja calificación es 89% mayor para los hombres negros o mulatos, que para los hombres blancos o mestizos.

Esto no quiere decir que en México las relaciones de poder y estatus se definan exclusiva o primordialmente por el color de piel; pero sí demuestra -aunque no existan grupos raciales bien definidos- que existe un patrón donde los tonos de piel oscura están más asociados a resultados educativos y económicos negativos, y los tonos claros a resultados positivos.

Mito 3: El racismo no existe, con esfuerzo todo se puede

Se suele argumentar que el esfuerzo puede contrarrestar cualquier desigualdad basada en el color piel. Ante este punto quisiéramos señalar que el color de piel, junto con la lengua materna, el género y el origen socioeconómico de los padres, son variables clave que afectan las posibilidades de éxito de una persona. Además, los privilegios heredados de generaciones pasadas se asocian con estas características físicas.

• Como evidencia: 6 de cada 10 personas hablantes de lenguas indígenas no tienen la secundaria completa, y sólo 6 de cada 100, estudiaron la universidad.
• Con respecto a las mujeres, una niña hablante de lenguas indígenas tiene casi 4 veces más riesgo de no acabar la primaria, en comparación con una que habla español.
• Sólo 1 de cada 10 personas indígenas llega a ser jefe o jefa, mientras 1 de cada 4 personas blancas o mestizas llegan a esa posición.
• Mientras que 1 de cada 4 personas blancas son profesionales, técnicos/as o tienen puestos directivos, apenas el 13% de las personas con piel oscura gozan de estos puestos.
• Aunque 2 de cada 3 personas hablantes de lenguas indígenas pertenecen al grupo más pobre de la población, sólo 3 de cada 100 de ellas pertenecen al grupo más rico.

¿Esto quiere decir que el esfuerzo no importa y todo es definido por otras variables fuera del control del individuo? No. Este tipo de evidencia no es determinante. Una manera útil de verlo es imaginar la vida como una carrera de obstáculos. Una competidora mujer indígena enfrentará, para terminar y ganar la carrera, grandes obstáculos como vallas y fosas; además, no habrá tenido recursos para entrenar ni alimentarse apropiadamente. En contraste, un competidor hombre blanco, tendrá más tiempo y dinero para un entrenador personal y una alimentación sana. Además, enfrentará menos obstáculos.

¿Quién ganará? Físicamente, no es imposible que la competidora gane la carrera, pero si tuvieran que apostar por un competidor o competidora, ¿a quién elegirían?

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México

Imagen principal tomada de https://www.lavozdegalicia.es/noticia/tecnologia el 1 de agosto de 2019 a las 17:06 hrs Imagen miniatura tomada de https://www.reasonwhy.es/actualidad/sociedad-y-consumo/ el 1 de agosto de 2019 a las 17:10 hrs