En la actualidad, el modelo económico dominante se basa en la acumulación de riqueza a costa del bienestar común, que coloca en el centro de las sociedades la producción de bienes y servicios. Sin embargo, para que dichas actividades puedan llevarse a cabo resulta fundamental la realización de un trabajo que ha quedado históricamente invisibilizado: el trabajo de cuidados.
La reflexión propuesta en este documento parte de la economía feminista, es decir, parte de invertir el foco de atención al destacar que el trabajo de cuidados es, justamente, el que permite la existencia del trabajo extra-doméstico y para el mercado, que tradicionalmente se reconoce como económicamente productivo.
Este cambio de mirada implica visibilizar y dotar de valor al trabajo de cuidados, lo que conlleva, entre otras cuestiones, señalar la importancia vital del trabajo de cuidados para el desarrollo y sostenimiento de la vida de las personas y de la sociedad en general.
Específicamente, reflexionamos en torno al carácter fuertemente feminizado de este trabajo y sus vínculos con procesos más amplios de desigualdad social. En este sentido, buscamos subrayar que se trata de un trabajo apoyado en una tradicional división sexual, que se apuntala en una estructura de poder jerárquica y patriarcal donde las mujeres y las niñas fungen como las principales encargadas del hogar y de sus miembros, y destinan una gran cantidad de tiempo a limpiar, cocinar, atender y cuidar de niños, personas enfermas o adultos mayores.
Desde la mirada analítica propuesta en este documento, la extrema feminización del trabajo de cuidados tiene consecuencias adversas para las mujeres y niñas en términos de sus posibilidades de inserción en espacios extra-domésticos, el desarrollo de una profesión, el acceso a la educación, a la salud, al descanso y al ocio, así como inhibir el pleno ejercicio de sus derechos.
El trabajo de cuidados no es algo que las mujeres y las niñas están destinadas a realizar debido a su pertenencia a un sexo/género, sino que responde a patrones económicos y culturales específicos (creencias y costumbres), es decir, a formas de organización de la sociedad que, como toda construcción social, podrían ser diferentes.
Una de las principales preguntas y tareas pendientes en este tema gira alrededor de la construcción de un nuevo pacto social que habilite una organización social del cuidado más justa. En este sentido, bregamos por otras formas de organización social del cuidado que que fomenten una mayor corresponsabilidad social entre las familias, el Estado, el mercado y la sociedad civil. Para que este proyecto sea viable es fundamental responder a la irresuelta pregunta en torno a qué es el cuidado y qué significa cuidar en México, con el propósito de construir nuevos consensos sociales que permitan conformar sociedades y sociabilidades más democráticas.
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